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Sunday, March 30, 2025

Pablo viaja a Roma

 Hay momentos en mi vida en los que siento que la vida es injusta. Pablo estaba en prisión y navegaba para hablar con el gobernante del Imperio Romano. Esto no parecía bueno, pero los oficiales permitieron que Pablo tuviera amigos con él en el barco.

Dios nos da amigos para apoyo durante los tiempos difíciles. Necesitamos apoyarnos mutuamente. No debemos tratar de vivir la vida en solitario, sino tener algunos amigos que nos animen.

El barco en el que Pablo estaba navegando se enfrentaba a aguas turbulentas. Pablo y la tripulación estaban viajando a diferentes pueblos. Esta lección histórica muestra que la vida es incierta y no sabemos lo que depara el futuro. Necesitamos aprovechar cada día y pedirle a Dios que nos guíe.

Hechos 27:1-12

Cuando se decidió que navegáramos rumbo a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, quien pertenecía al batallón imperial. Subimos a bordo de un barco, con matrícula de Adramitio, que estaba a punto de zarpar hacia los puertos de la provincia de Asia, y nos hicimos a la mar. Nos acompañaba Aristarco, un macedonio de Tesalónica.

Al día siguiente, hicimos escala en Sidón, y Julio, con mucha amabilidad, permitió a Pablo visitar a sus amigos para que lo atendieran. Desde Sidón zarpamos y navegamos al abrigo de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. Después de atravesar el mar frente a las costas de Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira de Licia. Allí el centurión encontró un barco de Alejandría que iba para Italia, y nos hizo subir a bordo. Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos frente a Gnido. Como el viento nos era desfavorable para seguir el rumbo trazado, navegamos al amparo de Creta, frente a Salmona. Seguimos con dificultad a lo largo de la costa y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.

Se había perdido mucho tiempo y era peligrosa la navegación por haber pasado ya la fiesta del ayuno. Así que Pablo advirtió:

«Señores, veo que nuestro viaje va a ser desastroso y que va a causar mucho perjuicio tanto para el barco y su carga como para nuestras propias vidas».

Pero el centurión, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del timonel y del dueño del barco. Como el puerto no era adecuado para invernar, la mayoría decidió que debíamos seguir adelante, con la esperanza de llegar a Fenice, puerto de Creta que da al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.

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